martes, 12 de abril de 2011

 (EQUIPO DE MANUEL BLANCARTE, CONY CRUZ, ABEL ESTRADA, LILIANA GARCÍA


    JOSE JUAN TABLADA.
José Juan Tablada (Ciudad de México, México 3 de abril de 1871 - Nueva York, Estados Unidos, 2 de agosto de 1945) fue un poeta, periodista y diplomático mexicano.
Estudió en Colegio Militar en el Castillo de Chapultepec. Continuó sus estudios en la Escuela Nacional Preparatoria, donde aprendió pintura, la cual fue una de sus aficiones. Trabajó como empleado administrativo de los ferrocarriles, y conoció de niño al poeta ciego Manuel M. Flores.[1]
En 1890, con 19 años, empezó a colaborar en El Universal con poemas y crónicas dominicales en la sección llamada Rostros y máscaras. Colaboró también para El Mundo Ilustrado, Revista de Revistas, Excélsior, y el Universal Ilustrado. Trabajó también para periódicos de Caracas, Bogotá, La Habana y Nueva York. Escribió para revistas literarias como la Revista Azul, la Revista Moderna, La Falange, El Maestro. Fue fundador de la revista Mexican Art and Life.
En 1894 publicó en la Revista Azul, el poema "Ónix" el cual lo dio a conocer como un autor prestigioso. Su primer libro de poesía El florilegio lo publicó en 1899. Como Modernista en su primera etapa, defendió esta corriente en la Revista Moderna, en la cual publicó y tradujo artículos entre 1889 y 1911.
Algunos de sus poemas son:
La Atlántida.
El gallo abanero.
Japón.
Ónix.
Soneto Watteau.
Haikus.
Las prostitutas.






Luis González Urbina

México, 1868 - Madrid, 1934) Escritor mexicano. Por la hondura y calidad de su producción poética, así como por la riqueza y variedad de su extensa obra periodística, está considerado como uno de los escritores más representativos de las Letras mejicanas del primer tercio del siglo XX.
Su temprana vocación humanística, perfilada durante su proceso de formación académica en la Escuela Nacional Preparatoria, enseguida le permitió colaborar en diferentes medios de comunicación (como el rotativo El Siglo XIX, del que fue uno de sus más jóvenes redactores) que le dieron a conocer como escritor y periodista.
Así, pronto empezó a relacionarse con algunas de las personalidades culturales y artísticas más relevantes de su época, como el periodista, narrador y poeta modernista Manuel Gutiérrez Nájera -de quien Urbina fue considerado sucesor, por el virtuosismo de ambos en el género de la crónica-, o el político y escritor Justo Sierra, auténtico guía y mentor de Luis Gonzaga Urbina durante los comienzos de su trayectoria literaria y periodística.
Precisamente fue Justo Sierra quien, desde su cargo de ministro de Instrucción Pública, se convirtió en el principal protector del joven escritor de Ciudad de México y le introdujo en su propio gabinete, con el título de secretario personal suyo. A partir de entonces, la trayectoria profesional de Luis Gonzaga Urbina estuvo vinculada a la administración pública de su nación y, al mismo tiempo, a los principales medios de comunicación del panorama informativo mejicano.
En su condición de profesor, ejerció la docencia en la cátedra de literatura de la Escuela Nacional Preparatoria, de donde pasó a asumir la dirección de la Biblioteca Nacional de México (1913). Colaboraba, entretanto, con algunos rotativos y revistas tan relevantes como El Mundo Ilustrado, El Imparcial y Revista Azul, donde se hizo célebre por sus brillantes crónicas de la realidad cotidiana de su país y por sus implacables críticas teatrales.
Pero su relevancia en la vida pública mexicana se vio bruscamente interrumpida a raíz de los acontecimientos revolucionarios que sacudieron todo el país en 1915. Contrario a estos cambios, Urbina tomó el camino de un exilio que le condujo primero a Cuba (en cuya capital se instaló para ejercer la docencia y continuar practicando el periodismo) y, posteriormente, a España (1916), donde vivió durante un año en Madrid como corresponsal de El Heraldo de La Habana.
El resto de su vida transcurrió en la capital española, con la excepción de algunos desplazamientos relevantes motivados por su incansable actividad docente, literaria y periodística. Así, en 1917 pasó unos meses en Argentina para dictar un ciclo de conferencias sobre literatura mexicana en la Universidad de Buenos Aires; de vuelta a España, fue nombrado desde México Primer Secretario de la Embajada azteca en Madrid, cargo que desempeñó durante dos años (1918-20). En el transcurso de dicho período realizó otro importante viaje por Italia, al término del cual regresó a su país natal para volver a abandonarlo con presteza, tras la muerte, en la Sierra de Puebla, del presidente Venustiano Carranza, a manos del general Rodolfo Herrero.
Vuelto a Madrid, Luis Gonzaga Urbina se encargó de poner en orden el vasto legado que había dejado tras su muerte (acaecida en 1916) el historiador mejicano Francisco del Paso y Troncoso. En estas y otras actividades similares estuvo ocupado durante el resto de su vida, concluida en la capital de España en 1934. Tras su fallecimiento, el gobierno mexicano reclamó sus restos mortales y los trasladó a Ciudad de México, donde fueron depositados en la Rotonda de Hombres Ilustres.
 Sus obras
En general, la producción poética de Luis Gonzaga Urbina puede caracterizarse por su esmerado estilo, su calidad estética y su constante empeño de unidad y coherencia. La andadura lírica del escritor de Ciudad de México se inició con un volumen titulado Versos (1890), al que siguió otro poemario, Ingenuas (1902), en el que aparecieron las primeras muestras de unas composiciones que, a partir de entonces, serían reiterativas en toda su obra lírica: las "vespertinas".
Posteriormente, dio a la imprenta otros títulos que confirmaron su valía dentro del género poético, como Puestas de sol (1910), Lámparas en agonía (1914), El glosario de la vida vulgar (1916), Los últimos pájaros (1924), Corazón juglar y Cancionero de la noche serena. En medio de esa unidad temática y formal que caracteriza todo su quehacer lírico, Luis Gonzaga Urbina logró una obra de gran armonía y plenitud, en la que sobresalen con vigor algunos momentos descriptivos de acusada sensibilidad (así, en las composiciones tituladas "El poema del Lago" y "El poema del Mariel").
En 1929, la Enciclopedia Espasa alababa las crónicas del por entonces madrileño Urbina, calificándolo de sobresaliente en ese género, por saber conjugar un estilo elegante con recursos humorísticos y frívolos, y ser capaz además de hacerlo en una amplia variedad de temas. El mismo Urbina definía la crónica como la capacidad de basarse en hechos reales para hacer con ellos "pirotecnias", "fuentes luminosas", "mágicas y giratorias geometrías".[8] Como cronista publicó:
  • Cuentos vividos y crónicas soñadas (México, 1915)
  • Bajo el sol y frente al mar, impresiones de Cuba (Madrid, 1916)
  • Estampas de viaje: España en los días de la guerra (1920)
  • Luces de España (1924)
  • ... y toda su obra periodística, dispersa en muchos medios, entre otros El siglo XIX, Revista Azul, El Imparcial, Revista de Revistas, El Mundo Ilustrado, El Heraldo de la Habana, Juventud Literaria, El Partido Liberal, Lira Mexicana...
En cuanto a los trabajos académicos, en 1910 redactó la Introducción a la Antología del centenario, reputada como demostración de su competencia como crítico y estudioso de la literatura. Posteriormente, en todas las etapas de su vida, publicó textos de sus clases y conferencias y libros de literatura mexicana, seguramente concebidos desde la docencia en la Escuela Nacional Preparatoria, en la de Altos Estudios, y luego en La Habana. De igual forma, contribuyó con textos introductorios a los escritos de grandes intelectuales dentro de las antologías editadas en la Colección Cultura de Agustín Loera y Chávez y de Julio Torri publicadas a partir de 1916 por la casa editorial Cultura.
Obras del Urbina académico son:
  • Antología del centenario (México, 1910, en colaboración con Pedro Henríquez Ureña y Nicolás Rangel)
  • La literatura mexicana (conferencia, México 1913)
  • El teatro nacional (1914)
  • La literatura mexicana durante la guerra de la Independencia (Madrid, 1917)
  • La vida literaria de México (Madrid, 1917)
  • Antología romántica 1887-1917 (Madrid, 1917)














Manuel Gutiérrez Nájera
Manuel Gutiérrez Nájera (22 de diciembre de 1859 - 3 de febrero de 1895), escritor, poeta y periodista mexicano, nació y vivió en la Ciudad de México como observador cronista. Utilizó múltiples seudónimos, no obstante, entre sus contertulios y el público, el que más arraigado quedó fue: El duque Job.

Precursor del modernismo en México. Perteneció a una familia de clase media. Escritor y periodista toda su vida. Inició su carrera a los trece años. Escribió poesía, impresiones de teatro, crítica literaria y social, notas de viajes y relatos breves para niños. El único libro que vio publicado el duque en vida fue una antología de cuentos a la que llamó: Cuentos Frágiles(1883);fue uno de los fundadores de la Revista Azul, órgano de difusión del modernismo en México. Gran parte de su obra apareció en diversos periódicos mexicanos bajo multitud de seudónimos: El cura de Jalatlaco, El duque Job, Puck, Junius, Recamier, Mr. Can-Can, Nemo, Omega... Se escudaba en esa diversidad para publicar distintas versiones de un mismo trabajo, cambiando la firma y jugando a adaptar el estilo del texto a cada seudónimo.

Escribió poesía romántica y amorosa. Gustó de lo afrancesado y de lo clásico, como era habitual en los intelectuales mexicanos y la alta sociedad de su tiempo. Nunca salió de México, y en pocas ocasiones de su ciudad natal, pero sus influencias son europeas: Musset, Gautier, Baudelaire, Flaubert, Leopardi.[1] Siempre anheló unir el espíritu francés y las formas españolas.

Su madre, ferviente católica empeñada en que su hijo fuera sacerdote, le impuso la lectura de los místicos españoles del Siglo de Oro y la formación en el seminario, influencia que se vio compensada por la fuerte corriente positivista de la sociedad de la época que pugnaba en sentido contrario. Gutiérrez Nájera abandonó el seminario a los pocos años, y cambió a San Juan de la Cruz, Santa Teresa y Fray Luis de León, que no obstante siempre influirían en su obra, por los autores franceses del siglo y por la práctica cotidiana de la literatura en periódicos locales como El Federalista, La Libertad, El Cronista Mexicano o El Universal. En 1894 fundó, con Carlos Díaz Dufoo, La Revista Azul, publicación que lideró el modernismo mexicano durante dos años.

A Manuel Gutiérrez Nájera se le define como "especie de sonrisa del alma" por la gracia sutil de su estilo, elegante, delicado y con ternura de sentimientos.[2] En el fondo fue siempre poeta romántico. Entre sus obras poéticas más importantes se encuentran: La Duquesa Job, Hamlet a Ofelia, Odas Breves, La Serenata de Schubert y el afamado poema "Non omnis moriar" (No moriré del todo). Cultivó la prosa en cuentos, a los que aportó una nueva forma, y en crónicas: el libro de relatos Cuentos Frágiles fue el único que publicó en vida como tal, pero ordenó con distintos criterios sus entregas a periódicos y revistas: Cuentos del domingo, Cuentos vistos, Cuentos color de humo, Crónicas color de oro, Crónicas color de lluvia... lo que ha orientado los criterios de sus editores.
 Para Entonces
Quiero morir cuando decline el día,
En alta mar y con la cara al cielo,
Donde parezca sueño la agonía,
y el alma, un ave que remonta el vuelo.

No escuchar los últimos instantes,
Ya con el cielo y con el mar a solas,
Más voces ni plegarias sollozantes
Que el majestuoso tumbo de las olas.

Morir cuando la luz, triste, retira
sus áureas redes de la onda verde,
y ser como ese sol que lento expira:
algo muy luminoso que se pierde.

Morir, y joven: antes que destruya
El tiempo aleve la gentil corona;
Cuando la vida dice aún: soy tuya,
Aunque sepamos bien que nos traiciona.












Nombre del Personaje: Manuel José Othón
Fecha de nacimiento: 14 de junio de 1858
Fecha de fallecimiento: 28 de noviembre de 1906
Origen: San Luis Potosí
Actividad: Poeta y escritor
Época: Reforma
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En 1876 ingresó al Instituto Científico y Literario (actual Universidad Autónoma de San Luis Potosí) a cursar Jurisprudencia, que finalizó en 1881 se graduó de abogado en el Instituto Científico y Literario, escribió en diversas publicaciones potosinas y en la Revista Azul.
En 1885 es nombrado Juez de Guadal Cazar donde ocupa las noches en leer y escribir, las tardes en tomar apuntes para sus poemas. En 1876 estrena en el teatro Alarcón el drama Lo que hay detrás de la dicha, dedicado a su amigo Bernardo Reyes. Incursionó también en el campo dramático, escribió el drama en tres actos y en verso titulado Herida en el corazón estrenada en el Teatro Alarcón, de San Luis Potosí en el año de 1877; al año siguiente la obra en prosa titulada La sombra del hogar, y por último en 1878 estrena la obra La cadena de flores.
En 1879 edita su primer poema titulado La Esmeralda. Por primera vez reúne sus poesías en un cuaderno manuscrito de 78 páginas titulado Ensayos poéticos que consta de 38 composiciones que salen a la luz en el año de 1947. Las poesías, como es su costumbre son dedicadas a sus padres, amigos y maestros.
En 1878 escribe el poema Primavera, considerado como un Himno de los bosques. En 1902 sale publicado su libro Poemas Rústicos que es la obra que lo consagra como el gran poeta potosino.
En el panorama literario mexicano y concretamente en el ámbito poético, se destaca la figura de Manuel José Otón. Gran estudioso de los clásicos españoles, como pocos, profundo conocedor de la obra de Cervantes.
La importancia de leer una poesía para nuestro equipo es mayor; así aprendemos la cultura que nos legaran poetas como Manuel José Othón, potosino escritor de poesía y frases inolvidables.
La poesía es una obra de arte que tenemos, pero desde hace tiempo se ha perdido la costumbre y el agrado de leer y compartirla.


"ENVIO"
En tus aras quemé mi último incienso
Y deshoje mis postrimeras rosas
No se alzaban los templos de mis diosas
Ya sólo queda el arenal inmenso
Quise entrar en tu alma y ¡Qué descenso!
¡Qué andar por entre ruinas y entre fosas!
A fuerza de pensar que en tales cosas
Me duele el pensamiento cuando pienso
¡Paso!...¿Qué resta ya de tanto y tanto
Deliquio En ti ni la moral dolencia
ni el dejo impuro, ni el sabor del llanto
Y en mí, ¡Qué lindo y tremendo cataclismo!
¡Qué sombra y qué pavor en la conciencia,
Y qué horrible disgusto de mí mismo!
Mira el paisaje
       
Mira el paisaje: inmensidad abajo,
inmensidad, inmensidad arriba;
en el hondo perfil, la sierra altiva
al pie minada por horrendo tajo.
            
Bloques gigantes que arrancó de cuajo
el terremoto, de la roca viva;
y en aquella sabana pensativa
y adusta, ni una senda ni un atajo.
            
asoladora atmósfera candente
de se incrustan las águilas serenas
como clavos que se hunden lentamente.
            
Silencio, lobreguez pavor tremendos
que viene sólo a interrumpir apenas
el galope triunfal de los berrendos.


El nombre de varios poemas reconocidos
 IDILIO SALVAJE - A TRAVÉS DE LA LLUVIA - ANGELUS DOMINI - CANTO NUPCIAL - CREPÚSCULOS - EN LA ESTEPAMALDITA - EN TUS ARAS QUEMÉ MI ÚLTIMO INCIENSO - ENVÍO –





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